Mientras esperas la revelación de Nuestro Señor Jesucristo (1 Cor. 1:7)
¿Recuerdas la emoción que sentiste la noche de Nochebuena cuando eras niño? Te llenaste de esperanza al pensar en lo que te esperaba debajo del árbol a la mañana siguiente. No podías esperar a despertar a tus padres y abarrotar la sala de estar con la esperanza de abrir tus regalos primero. O simplemente estaba emocionado de ver a sus amigos y familiares y celebrar con buena comida, risas alegres y la calidez del compañerismo. La sensación humana de esperanza es uno de los motivadores más poderosos del espíritu. Cuando tenemos algo que esperar, nos llenamos de alegría y fuerza para afrontar las dificultades de la vida cotidiana.
La venida de Jesucristo a Belén fue la culminación de la esperanza tan esperada por el pueblo de Dios. Después de siglos de anhelo por un reino restaurado de Israel, un bebé Nació del linaje del rey David. Sin embargo, su venida cumpliría sus expectativas de una manera mucho más trascendental de lo que jamás hubieran imaginado. No sólo trajo el reino de Dios entre ellos como rey, sino que su vida fue el sacrificio perfecto por el cual podrían ser hechos hijos e hijas de Dios. El bebé nacido en Belén fue el cumplimiento máximo de la esperanza.
¿Qué tenemos que esperar? Hemos visto el horrible efecto de la guerra en nuestro mundo. La enfermedad y la muerte afectan regularmente a nuestra comunidad y a nuestra vida personal. La ansiedad de los problemas financieros corroe cualquier sensación de paz en nuestros corazones. Sin embargo, ¡la buena noticia de la Navidad es que el bebé nacido en Belén volverá! El apóstol Pablo escribe a la iglesia de Corinto recordándoles que esperen la gloriosa revelación del Señor Jesucristo. Aquel que reveló el reino y nos salvó del pecado vendrá nuevamente para establecer su reino glorioso. Él traerá un cielo nuevo y una tierra nueva en los cuales viviremos para siempre disfrutando de la presencia de nuestro Dios. Así como él vive y reina sobre el universo entero, así también lo haremos nosotros. En su reino no habrá sufrimiento, dolor, guerra, ansiedad ni muerte. Realmente somos un pueblo de esperanza. Es como si fuéramos como niños pequeños esperando en Nochebuena la llegada de la gloriosa mañana de Navidad. Cuando él venga, despertaremos y llenaremos su sala para disfrutar de la comunión con él para siempre.

Ben Rockwell | Pastor de Jóvenes
Mateo 11:28-30